En la noche de Todos los Santos, entre la confusión de

disfraces y calabazas a lo yanqui, escapó al plano terrenal el espíritu de
Igor. Aquel personaje de ojos saltones y joroba con vida propia.

De repente su mirada estrábica se fijó en un joven
disfrazado de él, que bailaba pegando saltos como solía hacer con Frank cuando
salían de marcha. Sintió tal nostalgia que decidió apoderarse de ese cuerpo.

Ese cuerpo pertenecía a mi amigo Hugo…bueno, en estos
momentos Hugor. Se pasea por calles oscuras acariciando un cerebro de
plastilina. No se asusten, es inofensivo…eso sí, no escuchen sus chistes,
porque entonces desearán cruzar al más allá.